El área de formación de educación religiosa tiene como propósito, formar en la fe a los estudiantes haciendo de ellos testigos y discípulos de Jesús, como María, en misión permanente; sembrando, cultivando y fortaleciendo el espíritu cristiano; descubriendo en él todo su potencial humano de una vida interior y desarrollando sus capacidades espirituales por medio de espacios y experiencias de Dios en el contexto de vida de la comunidad cristiana.
Las competencias que se desarrollan en el área de Educación Religiosa son:
Construye su identidad como persona humana, amada por Dios, digna, libre y trascendente, comprendiendo la doctrina de su propia religión, abierto al diálogo con las que le son cercanas.
Asume la experiencia del encuentro personal y comunitario con Dios en su proyecto de vida en coherencia con su creencia religiosa.
Contribuir a la formación integral de la persona en su dimensión espiritual. Toda persona en su vida, busca la verdad que le dé sentido a su existencia para alcanzar la felicidad, de allí que la dimensión religiosa se presenta como una realidad integrada en el conjunto de expresiones de lo existente y del ser humano.
Que descubran y asuman que existe una verdad trascendente, que nos da una identidad y una dignidad humana, llevándolas a tomar conciencia que son hijos e hijas de Dios creadas a su imagen y semejanza.
Desarrollar el área en interacción permanente con el resto de las áreas académicas, tanto las que representan el ámbito científico de la realidad, como las que pertenecen al ámbito estético y artístico, propiciando una conciencia creciente de la importancia que reviste el diálogo entre la fe y la cultura.
El enfoque humanista cristiano, cristocéntrico y comunitario orienta las prácticas de enseñanza y aprendizaje en el desarrollo de las competencias en el área de Educación Religiosa, al promover el desarrollo de experiencias centradas en la vida misma.
A partir de ello, el estudiante reconoce y cultiva valores, para convertirlos en virtudes propias de su tradición, a través de la interpretación de su realidad, la valoración y la actuación desde lo religioso, espiritual y guardando coherencia con lo expresado por la Iglesia y sus representantes (El Papa y sus Obispos) lo cual se plasma en el dogma y la doctrina cristiana.
El modelo a seguir es Jesús, quien les invita a participar como miembro activo en la promoción de la dignidad de las personas y a llevar su mensaje siempre actuante, ayudándoles a reconocerse como parte de una comunidad familiar, escolar y social, en un ambiente de vida fraterna y solidaria.